Extracto de la reseña en Diario de Córdoba del poemario En la noche del mundo (Mauricio Gil Cano)

Autor: José Antonio Sáez

Se inicia el volumen con una cita de José Ángel Valente: «El duro diamante sobrevive a la noche», la cual da entrada a la primera parte, «Entre tinieblas», introducida a su vez con cita de Vicente Aleixandre: «Inmensamente triste, tú miras la impenetrable sombra en que respiras», que integra veintiocho poemas. Comienza, pues, el volumen con la parte más extensa y de tono existencial del mismo. Hay una íntima desazón, una profunda tristeza alentando en este libro, que constituye un análisis poético de la conciencia, una visión de la vida no exenta de cierta desolación, de profundas convicciones humanas y hasta filosóficas. Desde el espejo en la penumbra que nos devuelve la imagen de nosotros mismos, desprovista de todo artificio, el poeta se debate desesperadamente, y no exento de cierto escepticismo, entre cuestiones como la vida trascendente o la vida como sueño y laberinto, antesala de la muerte, y también como proyecto inacabado e imperfecto: «Será mejor que encienda un cigarrillo/antes que se diluya en humo la existencia» (pág. 16).

A veces ni la escritura ayuda a soportar la cruenta realidad que nos escupe a la cara nuestra propia degradación existencial: «Hay un loco mirándome a los ojos,/mirándome en mis ojos. Canturrea/un himno que desgrana como burla,/un himno que interpreta con los labios/más mudos de la noche» (pág. 18). Ante semejante estado de derrumbe, surge la tentación del alcohol, aun a sabiendas de que no supone sino una inmersión mayor en el infortunio. Brilla el poeta en endecasílabos, alejandrinos, en melodiosos sonetos de factura impecable y de dolor transido. La recurrencia a Dios en medio de semejante desangelo emocional no supone tampoco un consuelo cierto, aunque a veces alivia o reconforta cuando el vino o la literatura no satisfacen el anhelo de rellenar el crucigrama siempre incompleto de la vida: «No encuentro esa palabra/capaz de taponar los odres de la angustia/y el vino se derrama, se escapa como un sueño» (pág. 28)

Estamos ante una poesía profundamente humanista, existencial y vitalista que asume el hecho religioso con una visión agónica, de angustiosa indagación, donde no falta la referencia a Nietzsche. La escritura es una forma de escapismo y a la par un asidero en el naufragio de vivir donde confluyen ecos modernistas (Rubén Darío), ascéticos (fray Luis de León) y místicos (San Juan de la Cruz), siempre bien traídos y llevados, como de soslayo.

Leer la reseña completa: Existencialismo y humanismo de Gil Cano en En la noche del mundo