Maya Angelou, escritora, poetisa y activista, falleció el pasado 28 de mayo a la edad de 86 años. Escribió siete autobiografías, tres libros de ensayos y varios de poesía, aunque su obra más aclamada fue 'I know why the caged bird sings', un libro autobiográfico.

 

Implicada en la lucha por los derechos civiles de la minoría negra en Estados Unidos, se ganó la confianza de Martin Luther King. Formó pareja con el activista sudafricano Vusumzi Make con quien recorrió África. A su vuelta a Estados Unidos, comenzó a dar conferencias por el país. Fue una gran comunicadora tanto a nivel popular como con el mundo universitario.

 

Bill Clinton la invitó a recitar uno de sus poemas en el día de su elección como Presidente de los Estados Unidos. La autora escribió su poema "On the pulse of the morning" que recitó en el acto.

Reproducimos la traducción autorizada del poema en homenaje a la autora: (escuche la versión original)

 

AL VIBRAR DE LA MADRUGADA

 

 

Traducción de Curtis W. Long

Una Roca, un Río, un Árbol, anfitriones de especies ya retiradas
en épocas pasadas, marcaron el mastodonte, el dinosaurio, los cuales dejaron, en su breve estancia, señales secas en el suelo de nuestro planeta.
Se esfuma en las tinieblas y el polvo de los siglos cualquier gran zozobra que señalase el inminente cataclismo.

Pero hoy, nos grita la Roca en voz clara y vigorosa:
Venid, podéis subiros a mi espalda y hacer frente a vuestro lejano destino, mas no busquéis refugio en mi sombra.
Ya no facilitaré donde ocultaros aquí abajo.

Vosotros, creados un poco menos que los Ángeles, ya os habéis agazapado por demasiado tiempo en la abusadora oscuridad, os habéis postrado en la ignorancia, boca abajo, expeliendo palabras armadas para la matanza.
Hoy la Roca grita: podéis pararos encima de mí, mas, no os ocultéis las caras.

A través de la muralla del mundo, un Río canta una bella canción:
Venid, descansad aquí a mi lado.
Cada uno de vosotros es un país con frontera, delicado y lleno de orgullo, soportando con firmeza bajo asedio.
Vuestras ávidas luchas armadas han dejado sobre mis costas collares de
desechos, corrientes de escombros sobre mi pecho.

Pero hoy, si no volvéis a pensar en la guerra, tendréis lugar en mi ribera.
Venid vestidos de paz, y os cantaré las canciones
que me regaló el Creador cuando yo y el Árbol y la Roca
éramos uno.
Antes de que el escepticismo fuese una cicatriz sangrienta, desfigurando la frente, y cuando vosotros ya sabíais que todavía nada sabíais.
Cantaba el Río, y sigue cantando.

Existe una verdadera añoranza para responder al Río cantante y a la sabia Roca. Así dice el Aborigen, el Asiático, el Hispano, el Judío, el Indio Suix, el Africano, el Católico, el Musulmán, el Francés, el Griego, el Rabino, el Sacerdote, el Irlandés, el Jeque, el Gay, el Hétero, el Predicador, el Privilegiado, el Desalojado, el Profesor.
Ellos escuchan, todos escuchan las palabras del Árbol.

Hoy, hablan con la humanidad el primero y el último
de cada Árbol.
Aquí en la orilla del Río, venid conmigo, aquí en la orilla del Río sembréis os a mi lado.

Cada uno de vosotros, descendiente de algún viajero pasajero, ya estáis pagados.
Vosotros, los que me disteis mi nombre de pila, vosotros, el Pauní, el Apache y el Séneca, vosotros, la Nación Cheroquí, que descansabais conmigo, y luego, con los pies sangrando, os fuisteis expulsos, dejándome en las manos de otros, furiosamente en busca de provecho, hambrientos por el oro.

Vosotros, el Turco, el Sueco, el Alemán, el Escocés. Vosotros, el Ashanti, el Yoruba, el Kru, comprados, vendidos, robados, llegando en la penumbra de una pesadilla, rogándole al Cielo por el milagro de un sueño.
Aquí, echad raíces a mi lado.
Soy el Árbol, sembrado a la orilla del Río que no se moverá.
Yo, la Roca; yo, el Río; yo, el Árbol.
Yo soy de vosotros.
Vuestro pasaje ha sido ya pagado.

Levantad las caras, que tenéis la profunda necesidad de este brillante día que amanece por vosotros.
A pesar del dolor que produce, la historia no se puede negar. Enfrentándola con coraje, en la misma casa no será necesario volver a morar.
Alzad los ojos hacia el día que se asoma ante vosotros.
Dejéis que el sueño vuelva a nacer.

Mujeres, niños, hombres, tomadlo entre las palmas de vuestras manos.
Modeladlo en la forma de vuestra más íntima necesidad.
Esculpidlo en la forma de vuestra más pública imagen.
Levantad los corazones.
Cada nueva hora lleva nuevas oportunidades para nuevos comienzos.
No os quedéis para siempre amarrados al pavor, eternamente uncidos a lo brutal.

El horizonte se inclina hacia delante, ofreciéndoos campo para colocar nuevos pasos de cambio.
Ahora, al vibrar de este bello amanecer, tal vez tengáis la fuerza de mirar hacia arriba y afuera, en mí, la Roca, el Río, el Árbol, vuestra patria.
Nada menos para Midas que para el mendigo.
Nada menos para vosotros, ahora, que para el mastodonte de aquél tiempo.

Hoy, al vibrar de este nuevo amanecer, tal vez tengáis la gallardía de
dirigir la vista hacia arriba y hacia fuera, y hacia los ojos de vuestra
hermana, hacia la cara de vuestro hermano, vuestra patria, y luego, de decir sencillamente, muy sencillamente, y con esperanza: buenos días.