El jilguero de Donna Tartt, o el arte de crear una historia
Jack Beatty en su reseña sobre la larguísima novela "Bahía de Chesapeake" de James A. Michener, con más de 800 páginas, comentaba: "Mi mejor consejo es que no la lean; mi segundo mejor consejo es que la no dejen caer sobre sus pies". Obviamente, con una novela larga como El jilguero de Donna Tartt, más de 1000 páginas en su versión original, se acumulan sospechas sobre la oportunidad de comprarla o si merecerá la pena dedicar una parte del apreciado tiempo en leerla. Desde luego, tiempo dedica Donna Tartt en la preparación de sus novelas. Tartt, nacida el año 1963 en Greenwood, Missisippí, ingresó en 1982 en el prestigioso Bennington College de Vermont, por recomendación del escritor Willie Morris, su profesor en la Universidad de Mississipi donde inició sus estudios universitarios un año antes. Después de unos años salió a la luz su exitosa primera novela, "La Historia Secreta" publicada en 1992. Para la segunda, "Un juego de niños", transcurrieron 10 años; y un poco más, para que la tercera novela, "El jilguero".
Stephen King afirma que "escribir esta densa novela es equivalente a la navegación desde Estados Unidos a Irlanda en un bote de remos, un trabajo tanto solitario como agotador; sobre todo cuando hay tormentas. El escritor debe pensar en algún momento, ¿y si todo esto que hago es para nada? ¿Qué hago si estoy fallando y no lo sé? ¿Qué pasa si hago la travesía y no me reciben con vítores, sino con indiferencia e incluso desprecio?" Afortunadamente, la culminación de su tercera novela hizo a Donna Tartt merecedora del premio Puliter. El jurado premió El jilguero por “la madurez de una novela maravillosamente escrita, con unos personajes exquisitamente perfilados que narra la dolorosa implicación de un chico con un famoso cuadro, que se ha librado de la destrucción. Un libro que estimula la mente y toca el corazón”. Todos los críticos coinciden en valorar El jilguero como una gran obra. El propio Stephen King señala que El jilguero "es una rareza que se presenta tal vez media docena de veces por década, una obra literaria inteligentemente escrita que conecta con el corazón, así como con la mente".
Temporalmente, la narración se inicia con la visita de Theodore Decker y su madre, Audrey Decker, al Museo Metropolitano de Nueva York. Están viendo una exposición temporal de obras maestras del Siglo de Oro, cuando estalla una bomba dentro del museo. El atentado terrorista perpetrado por un grupo de ultraderecha provoca destrucción total y muerte. La madre de Theo fallece pero el chico, un adolescente de 13 años, sobrevive. En medio del caos, Theo asiste inesperadamente a la muerte de un anciano, tío de la hermosa Pippa cuya figura llamó la atención de Theo momentos antes de la explosión. El anciano le pide que salve de la destrucción El jilguero, lienzo de delicadísima factura pintado por Carel Fabritius, y le entrega un anillo a la vez que pronuncia sus últimas y misteriosas palabras: "Hobart y Blackwell. Toca el timbre verde". Aprovechando la confusión, Theo se lleva El jilguero, un cuadro de pequeñas proporciones. Su madre disfrutaba mucho contemplando esa joya de la pintura, y el hijo no duda en llevarse ese recuerdo en el interior de su mochila. La vida de Theo gira entonces radicalmente: ha quedado prácticamente huérfano, su padre les había abandonado sin dejar rastro, y se ha convertido en el ladrón de una obra, que todo el mundo da por perdida en la explosión. A partir de ese momento, Theo inicia una vida errática que le llevará a conocer los rincones más oscuros tanto de la sociedad norteamericana como del alma humana.
Todo cambio importante en la historia está dictado por el azar, pero "la vida de Theodore tiene una trayectoria poética, siempre hay un hecho que le pone a salvo de alguna manera", dice el crítico Kakutami. Pronto, Theo vive en Park Avenue con los Barbour, la familia rica de su amigo Andy, mientras inicia una especie de aprendizaje con James Hobart, ex socio del moribundo anciano del museo que resulta ser un experto en restauración y antigüedades y que tiene su negocio en Green Village, donde se encuentra con Pippa, discapacitada a raíz del atentado. Aunque Theo tiene inicialmente la intención de devolver la pintura al museo, le resulta difícil conseguirlo sin pasar desapercibido; pero, además, se da cuenta de que ha desarrollado un profundo vínculo emocional con la obra de arte, a la que aprecia ahora como un talismán.
La obra sigue fielmente la definición del género según la autora: "Una novela retrata la vida desde dentro. La ficción es una forma única de explorar el interior de la psicología humana. La evolución de los personajes a lo largo del tiempo nos permite ampliar nuestro conocimiento de la naturaleza humana". El jilguero es a la vez un thriller y, muy especialmente, un Bildungsroman a la antigua en cuya trama están involucrados un huérfano, y con él su educación moral y sentimental, y su misterioso benefactor. Al estilo dickensiano, la evolución del personaje incluye coincidencias sorprendentes y virajes aleatorios y bruscos de la fortuna. Los cambios repentinos en la vida de Theo significan algo intrínseco en el propio sueño americano: la promesa de un nuevo inicio y una segunda oportunidad, la posibilidad de re-inventarte constantemente; de la misma manera que las fluctuaciones del destino y el devenir de la historia permiten en el lector contemplar un paisaje en constante cambio y sentir las dislocaciones emocionales de la narración.
Pero el verdadero protagonista de la novela es El Jilguero de Carel Fabritius (1622-1654). Este artista fue uno de los principales discípulos de Rembrandt y maestro de Vermeer, que también murió a causa de la explosión de un arsenal en la ciudad holandesa de Delft, que segó las vidas de cientos de personas.
En su ensayo sobre este pájaro en la pintura, afirma Renzo Ensuperanzi: "Son raros los casos en los que el ave objeto de estudio constituye el sujeto exclusivo de una obra. Una apreciable testimonio se encuentra en el cuadro de Carel Fabritius cuyo título es precisamente El jilguero; esta obra se considera una de las representaciones más significativas de la pintura holandesa del siglo XVII, además de un apreciado ejemplo del género pictórico llamado trampantojo ("engaña al ojo") en el que las obras pretenden burlar al observador. El resultado se consigue haciendo confluir armoniosamente más elementos, como juegos de luces, perspectivas estudiadas y efectos ópticos, o bien mediante sujetos captados en su inmovilidad y reproducidos con una fidelidad magistral. Esta obra es un óleo pintado sobre una tabla de dimensiones reducidas (33,5 x 22,8 cm), la cual, muy probablemente debía ser colocada en un mueble, como signo distintivo de la familia Putter, amigo del pintor. Lo cierto es que en holandés, putter significa jilguero. El cuadro se caracteriza por una luminosidad general que también se ve potenciada por el contraste cromático que deriva de un haz circunscrito de sombras y tonos oscuros del caballete. En este singular escenario campea la imagen del ave, capturada eu una postura contraída e inmóvil, condición plasmada de forma todavía más veraz por una elegante cadenita metálica que parece agotar cualquier intento de fuga o rebelión.
El jilguero es una pequeña obra maestra de la técnica de trompe-l’oeil, de trampantojo, que deja a la luz ante el espectador, una vez pasado el primer efecto de realismo, la maestría de composición de la obra. El genio de Donna Tartt descansa en el reconocimiento de sus diversas capas de observación, que nosotros hacemos en nuestras vidas, lo mismo que los protagonistas de su obra hacen en sus propias vidas. El proceso de creación de El jilguero es una metáfora de este acto significativamente humano, el acto de crear una historia..
El cuadro de Fabritius ocupa un lugar destacado y no sólo como recurso técnico: su luz, las pinceladas que se combinan para formar su imposible belleza imposible, la vida del ave en sí, para siempre encadenada a su percha. Pero, lo que Tartt nunca menciona es la pequeña bisagra, visible en la pieza de madera, a la que se adjunta la percha. Se trata claramente de una caja de madera que podemos abrir, pero que Fabritius pintó cerrada, ocultando su contenido para siempre. Esta novela es todo lo que la cajita de madera contiene: belleza, libertad y esclavitud simultáneas; por encima de todo, contiene amor. Como escribe Theo: "Y yo añado mi propio amor a la historia de las personas que han amado las cosas bellas". Lo mismo ocurre con nosotros, con cada uno, en cada vida, cada día (W. Brown).
Referencias:
Stephen King (2013) Flights of dancing http://www.nytimes.com/2013/10/13/books/review/donna-tartts-goldfinch.html
Michiko Kakutami (2013) A Painting as Talisman, as Enduring as Loved Ones Are Not http://www.nytimes.com/2013/10/08/books/the-goldfinch-a-dickensian-novel-by-donna-tartt.html
Woody Brown (2014) To have loved a beautiful thing http://artvoice.com/issues/v13n8/lit_city/book_review
Renzo Ensuperanzi (2009) El jilguero Editorial Hispano Europea