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Editorial DALYA    

LA ESCRITURA PARA TEATRO.

Manuel Jairo

En ciertos países, como en el Reino Unido, el auge del teatro ha movido el interés de muchos autores por escribir obras para la escena. El género tiene sus propias reglas; de ahí que los expertos, dramaturgos y críticos teatrales, proporciones guías actualizadas sobre cómo escribir para teatro.

No hay fórmula magistral para escribir teatro, las ideas que se desgranan a continuación son pautas a seguir y, en algunos casos, elementos de ayuda para que el autor novel no desperdicie esfuerzo… y talento.

El dramaturgo experimentado conoce que hay un período de preparación de la obra en el que el autor comienza a tomar forma las ideas y las imágenes que le sugiere el tema central de la obra propuesta. Una vez se tiene la idea principal se puede desarrollar los demás elementos. Es un tiempo de tomar apuntes, anotar frases que pueden pertenecer a los personajes, cuando se establecen relaciones entre ellos, e incluso las voces. También es un tiempo donde se establecen puentes con otros referentes artísticos, como el cine, el baile, la música, etc… Todo eso antes de escribir, dejando que las ideas e imágenes actúan sobre uno y toman forma antes de cristalizarse.

Cuando se escribe para teatro, no debe olvidarse de cuestiones prácticas, si se pretende que la obra sea representable. Para ello, debe elegirse una duración, estructura, espacios y movimientos, abiertas a todas las posibilidades pero realizables en el espacio teatral. Decidida la duración -desde microteatro hasta obras de larga duración, divididas o no en varios actos-, de acuerdo con el tema y el impulso creador que le facilite, otro aspecto a tener en cuenta es el espacio teatral. No todo el espacio del teatro es el mismo, y vale la pena estar al tanto de los tipos de espacios en que puede desarrollarse la pieza teatral, que funcionan mejor en unos espacios que otros. Deberá tenerse en cuenta que muchos espacios teatrales son híbridos.

En relación con la estructura, es realmente una cuestión de gusto personal la división en actos y escenas, siempre y cuando se reconozcan unos principios básicos de la construcción del juego y por qué tenemos estas divisiones. Con independencia de la concreción estructural, es preferible que mantenga el formato exposición-complicación-resolución, que sustenta a la mayoría de las piezas teatrales. No obstante, es preciso remarcar que la división en tres unidades no implica necesariamente una estructura de tres actos, lo que da libertad a los creadores en el diseño de su pieza teatral.

Llega el momento de preparar el borrador. La primera idea es aplicar el pragmatismo en la fase de escritura formal de la obra teatral. Debe escribirse sobre lo que uno sabe y siente, pero con sentido práctico. Las acciones siguientes facilitan el pragmatismo en la escritura de una obra teatral:

  1. Asegurar que se siguen con fidelidad, en toda la obra, el conjunto de reglas creadas para mundo creado en ella -realista, fantástico, o una mezcla de ambos-.
  2. Establecer un conflicto que aumente a medida que avanza la pieza (principio, desarrollo y final).
  3. Incluir personajes que quieran algo (que los pongan en conflicto con otros personajes) y trate de que expresen qué quieren en cada momento.
  4. Asegurarse que los personajes pongan en juego algo suyo, que pierdan en caso de no conseguir lo que quieren.
  5. Aplicar un "tic tac" que ponga a los personajes bajo presión y les apremie para que consigan de inmediato lo que quieren.
  6. Asegurar de que hay una razón importante para justificar un suceso de la pieza.
  7. Escribir diálogos que a la vez avance en la trama de la pieza e ilumine sobre el carácter de los personajes.
  8. Hacer que cada personaje habla con una voz distintiva. En algún caso, puede ayudar imaginarse un actor específico para el papel de un determinado personaje.
  9. Evitar que un personaje diga algo que puede mostrarse sobre el escenario.
  10. Cada personaje debe tener un "momento", algo que justifique la existencia del personaje en la pieza y lo haga atractivo para que un actor lo interprete.
  11. Prestar atención a los pequeños detalles y a los movimientos de los personajes dentro del espacio escénico.
  12. Escribir su propia obra de teatro, evitando la imitación de obras ajenas.

Finalmente, el dramaturgo debería convertirse en un editor despiadado hacia su propia obra. Esto requiere un proceso eliminación de palabras, o incluso diálogos completos, cambiar la secuencia de eventos, el descarte de personajes que no funcionan, etc... Es preciso tener el valor para identificar los errores y las debilidades de la pieza y quedarse solo con las mejores partes de la obra. Luego, se sugiere someter la obra a la lectura de otros y revisar la pieza con los comentarios recibidos para mejorar la consistencia y la caracterización de los personajes.