Sinopsis: Todos queríamos a Alber nos presenta a Adrián, Frany y Lea, tres adolescentes que se encuentran frente al tanatorio donde están velando a un buen y querido amigo suyo (Alber), el cual ha muerto muy joven y de manera inesperada. Hay dolor en la familia y desconcierto en su círculo cercano, pero de pronto Frany dice lo que realmente piensa: Alber merecía morir. Esto alarma a sus amigos. ¿Por qué lo habrá dicho? El resplandor de unos fuegos artificiales les trae una oleada de recuerdos y secretos guardados, con los que poco a poco comienzan a entender que quizá Alber no era tan buen amigo ni persona como creían...
Toxicidad y madurez: La adolescencia es una de las etapas vitales más complejas del ser humano, en especial, por los grandes cambios que se suceden en ella. Además, formula las primeras bases de lo que esa persona será en el futuro. Todos queríamos a Alber reflexiona sobre las relaciones que se establecen en esta época, explorando sobre todo los juegos emocionales a los que deben hacer frente los jóvenes con los pilares más importantes de su vida, como la amistad. Esta historia navega sutilmente en temas que necesitan una revisión reflexiva como la cultura de la violación, la manipulación, la diversidad sexual o la autoestima. De esta manera, se sienta una línea narrativa muy atractiva, sirviendo de escaparate ante problemáticas sociales que, muchas veces, no se suelen abordar públicamente. Una de sus principales fuerzas se halla en explorarlos con la naturalidad con la que se abordan.
Dentro de ese compromiso emocional y social, se expone una introspección sobre la naturaleza de los enlaces que se establecen y las razones de aceptar la toxicidad que acompaña a dichas uniones, en este caso, con Alber. Sin embargo, una vez expuestos los motivos, podría todavía la dramaturgia ir más allá. Se podría profundizar en las motivaciones que hay detrás de cada uno de los personajes, conocer esa fragilidad sensible e interna, que permita al espectador empatizar con los acontecimientos sobre el escenario. Por esa razón, aunque el resultado es notable, tiene una potencia que se podría aprovechar todavía más, pudiendo sumergirse en un análisis más visceral. En consecuencia, la forma de abordar la personalidad de Alber navega en un maniqueísmo que provoca que no se vean las aristas de su trasfondo. Asimismo, la resolución de la problemática se simplifica en demasía, dando un mensaje ambiguo.